Como era obvio la parálisis del Sistema de Transporte Colectivo, una
verdadera ruina, a la cual le caen encima todos los problemas del mundo
(choques, lentitud, escasez de refacciones, trenes inservibles y demás
desgracias), le ha sido atribuida por el clarividente gobierno de la
Ciudad de México, a las malas condiciones en las cuales (hace más de dos
años) recibió el servicio de transporte cuya virtual gratuidad lo
convierte en un --a pesar de todo--, provechoso programa social.
A cambio de disfrutar una tarifa barata, los usuarios se conforman
con esta carcacha anaranjada. Peor sería no tener ni eso, dicen alzando
los hombros.
Pero la explosión por cuya gravedad el Metro ha sufrido la peor
parálisis desde su lejano estreno en los tiempos de Gustavo Díaz Ordaz,
no puede ser atribuida, en los términos de la imitación del discurso
presidencial a los conservadores neoliberales perversos y corruptos,
porque ellos no le han metido la mano al STC desde la llegada de
Cuauhtémoc Cárdenas a la jefatura de Gobierno del entonces Distrito
Federal.
El fracaso actual del Metro es obra cien por ciento de los gobiernos de izquierda.
La información actual dice: “…según el reporte de la Secretaría de
Gestión Integral de Riesgos y Protección Civil, el fuego se derivó por
un derrame de aceite en cuatro transformadores que envían energía a las
líneas 2 y 4 del STC del y se presume que tendrían más de 50 años de
antigüedad”.
Si los transformadores tienen más de 50 años y el Metro es
responsabilidad de la Revolución Democrática y Morena, desde hace 44
eso quiere decir una cosa: la herencia neoliberal funcionó medio siglo
sin tocarla. Y la carencia de mantenimiento se le debe a ellos, a nadie
más. No hicieron nada en 44 años.
El Plan Maestro 2018-2020 del STC, reconocía la necesidad de cambiar
la subestación debido a lo obsoleto de su tecnología. LO sabían y no lo
hicieron.
Así pues, ¿quienes son los responsables del acarcachamiento del metro
en los años recientes? ¿El actual jefe de Estado; Don Andrés Manuel
López Obrador? ¿El eficiente y multifuncional secretario de Relaciones
Exteriores, Marcelo Ebrard de cuyas andanzas ahora vale más no hacer
memoria dorada?
Ni modo de echarle la culpa a Alejandro Encinas quien apenas tuvo
tiempo frente al gobierno de la ciudad para rellenar el perforado lago
de Chapultepec y proteger el campamento de protesta de su jefe cuando el
PRD invadió el Zócalo y Reforma.
Y de la entonces correligionaria de todos ellos, Rosario Robles, mejor ni hablamos. Nada más les queda Mancera.
A lo mejor el desastre financiero se le puede atribuir al actual
presidente del Movimiento de Regeneración Nacional, Mario Delgado quien
conoció todos los manejos económicos de la desajustada Línea 12.
¿No tuvieron dos años para prevenir?
Evidentemente los desperdiciaron y los accidentes seguirán
ocurriendo, porque la Jefa de Gobierno tiene ahora dos temas: su
candidatura y la epidemia. En ese orden.
A pesar de la pedantería de su nombre (Secretaría de Gestión Integral
de Riesgos y Protección Civil) esa dependencia actúa siempre cuando ya
se han ahogado los niños en los pozos de su incompetencia:
¿Tendrá algún significado inteligente eso de “gestión integral de
riesgos”? ¿Qué se le gestiona a un riesgo? ¿Por qué se protege a la
gente después del incendio y no antes?
Asustan; de veras.
Hoy el Metro de la ciudad se detiene por una explosión en un
transformador instalado por la CFE a la cual se le descompone todo
cuanto en el pasado funcionaba. El mes pasado se quemó la subestación de
Coyoacán. Y nadie supo nada.
Por eso aburre la cantilena morenista cada y cuando quieren explicar
algo y no tienen argumentos para reconocer la verdad. Mienten con un
espejo retrovisor en los ojos. Así engañan con los servicios de salud y
todo lo demás.
Estamos limpiando la casa de arriba para abajo, dicen, mientras le llenan de basura.
El Metro de esta ciudad ha sido dirigido dos veces por Florencia
Serranía. La misma ingeniera cuya sabiduría dejó vacante el cargo de
subdirector de Mantenimiento para asumir sus funciones y derramar todo
el tepache. En este caso el aceite.
Ahora propone lo necesario hace dos años:
Revisión profunda de las subestaciones que energizan las líneas y se
encuentran en cada estación, realización de las pruebas de energización,
revisión de los sistemas de control y pilotaje automático…
¿No deberían esas revisiones a fondo ser trabajo constante?